TERESA GIL: “LOS ESTUDIOS INDICAN QUE EL 75% DE NUESTRO TERRITORIO ESTÁ EN RIESGO DE DESERTIFICACIÓN”
¿Por qué aunque la desertificación es uno de los principales retos ambientales de nuestro tiempo, no ocupa un papel predominante en la agenda y la opinión pública?
La desertificación no se percibe por la gente ya que es un proceso lento que afecta al medio natural y que a veces trasciende la escala humana, siendo una cara de un problema global que se está intensificando por los efectos del cambio climático. Cuando se ven zonas desertificadas ya es demasiado tarde y gran parte de la población no lo percibe directamente, ya que las ciudades están incluidas en burbujas de hormigón y zonas verdes regadas artificialmente. A menos que se viva en una zona donde son tangibles los efectos de la desertificación la gente no es consciente de que es un proceso que va avanzando en nuestro país a un ritmo alarmante. Los estudios indican que el 75% de nuestro territorio está en riesgo de desertificación.
La desertificación es un proceso que combina varios factores y quizás por ello sea más desconocido por la gente. La sociedad percibe en primera persona cuando sube la temperatura, cuando deja de llover, cuando hay inundaciones o cuando hay incendios, pero quizás falta que la gente perciba los efectos de la combinación de todas variables sobre el suelo y las consecuencias de no gestionarlo adecuadamente.
Una zona desertificada no es solo consecuencia de la subida de la temperatura o la falta de precipitaciones, sino que depende de las características del suelo y su capacidad de retener agua. La opinión pública tiene que dar importancia a mantener y gestionar los territorios para que sean resilientes a los efectos del cambio climático, y demandar regenerar el suelo y la capa vegetal natural en aquellas zonas que por diversas causas se han degradado.
Paliar los efectos de la desertificación es un proceso que implica a varias administraciones y requiere una coordinación de políticas de uso del suelo, del agua y recuperar cubiertas vegetales naturales, y esa integración no se está dando.
¿Cuáles son los principales factores que contribuyen a la desertificación en España y qué medidas transformadoras son necesarias emprender?
Entre los principales factores que contribuyen a la desertificación se encuentran por un lado la sobreexplotación de acuíferos, ríos y zonas húmedas y por otra el crecimiento insostenible de usos del suelo que degradan el territorio. España ha apostado por un modelo de gestión ‘suicida’ que prioriza derivar el agua para atender las demandas de consumo de los usuarios por encima de las necesidades de la naturaleza. Por ejemplo, el regadío intensivo e industrial se bebe el 80% del recurso de nuestras cuencas, sin contar con el agua que se consume de forma ilegal. Además, las estimaciones del impacto del cambio climático apuntan hacia olas de calor y periodos de sequías más intensas y con mayor frecuencia que harán cada vez más difícil garantizar suficiente agua.
Para revertir sus efectos tenemos que adaptar nuestras demandas a los recursos hídricos realmente disponibles y reducir la exposición al riesgo de la población y los sectores productivos ante un periodo de escasez de recursos, y apoyar la cultura del ahorro del agua en España, frente al agua para todo sin límite. Ello pasa entre otras medidas por la reducción de superficie de regadío en algunos lugares y asegurar la sostenibilidad del sector agrario a escala nacional.
Por otro lado, la degradación del suelo ya sea por abandono de agricultura de secano tradicional, los incendios u otras razones está afectando a su fertilidad y capacidad para retener la humedad. Para ello es necesario invertir en la recuperación del suelo y la vegetación en zonas degradadas y desarrollar sistemas de cultivos y manejos agrícolas respetuosos con el suelo y que mejoren sus características.
Sería necesario que se cumplan los objetivos de la “Estrategia Nacional de Lucha contra la Desertificación para mitigar sus efectos y restaurar las zonas degradadas”, como el desarrollo de una Ley nacional de protección de los suelos para evitar su continua erosión y degradación y garantizar la coherencia entre las políticas de gestión del uso del suelo del agua y de la agricultura. Así más que un documento de buenas intenciones se podrá convertir en una herramienta con impacto real en el territorio.
¿Cuáles son los acuerdos clave que considera necesarios para abordar los desafíos hídricos actuales y futuros en nuestro país, y qué actores involucran?
Es necesaria una aplicación ambiciosa de los Programas de Medidas de los planes hidrológicos del tercer ciclo (2022-2027) que han puesto mucho énfasis en la recuperación de los ecosistemas acuáticos y zonas aledañas, para que ralenticen y reviertan los procesos de desertificación y el aporte de sedimentos a los cursos fluviales en algunas cuencas hidrográficas.
Además, es imprescindible la coordinación de la política del agua con otras políticas sectoriales de forma que se garantice que no hay un deterioro adicional de las masas de agua y que entre todas las políticas se avanza hacia una transición hídrica real, con un compromiso a largo plazo, donde el agua no es solo un factor económico ilimitado, si no que integra el valor de los servicios ecosistémicos y de la biodiversidad que aportan los ecosistemas acuáticos. Es necesario promover una gestión del territorio como un espacio donde ocurren procesos ecológicos que están interrelacionados, más que como un lugar de donde extraer recursos de forma insostenible.
Entre los actores se incluyen las administraciones que gestionan tanto el agua como el territorio, pero también diferentes sectores de actividad, destacando en nuestro país la agricultura, el sector forestal, la industria o las compañías de generación de energía. Los actores locales que implementan dichas políticas y gestionan el territorio y sus recursos naturales son también fundamentales; estos actores locales aplicando buenas prácticas en la gestión del agua, del suelo y de la vegetación condicionan el futuro avance de la desertificación en muchas zonas del país, ralentizando o disminuyendo su intensidad e incluso pueden llegar a ser claves para detener y revertir este proceso.