Amanda del Río, directora técnica de la Fundación Global Nature
¿Aprenderemos algo? Yo confío en que sí. Porque necesito sacar algo bueno de esta crisis. Y porque viendo cómo hemos reaccionado ante una situación tan dramática de pérdida de vidas, de empleos y de libertades, creo que el altruismo y la capacidad de ayudar que están demostrando todos los sectores, cada uno aportando lo que puede, son también síntomas. ¿De qué? De que otros modelos de relación entre economía y naturaleza nos hacen más fuertes como sociedad. De que no somos tan individualistas como nos querían hacer creer. Y de que nuestro sistema económico no nos salvará. Nos salvará la ciencia, nos mantendrán a flote la creatividad y la humanidad, que se traducen en esta capacidad de reaccionar ante un reto que es de todos.
No hablaré de la cara verde de esta crisis, solo citaré a una amiga que como tantas otras mantiene en el aire todas las bolas malabares con gracia y estilo (jefe, clientes, niños «escolarizados», comidas sanas, casa, economía familiar) mientras se ríe de la supuesta conciliación. Pero le queda humor: «Querida Amanda, este es el año de la biodiversidad y la biodiversidad se lo ha tomado muy en serio, ¡ha tomado los mandos del planeta!». Y apunta: «¡Ya tengo jabalíes paseando por la calle! Si no fuera por el golpe económico que nos vamos a dar…».
Esto es lo triste, que las ganancias en especies que no serán atropelladas, en aire más limpio, en menores emisiones de gases de efecto invernadero, quedarán en nada cuando esto pase. Las pérdidas económicas y sociales serán tremendas. Y entonces, ¿qué? ¿Volver al modelo de consumir hasta morir? ¿No deberíamos aprovechar la oportunidad y resetear el ordenador, pasarle un nuevo antivirus para entrar dentro de nosotros y encontrarnos con la naturaleza, nuestra auténtica y verdadera naturaleza y aprender?
Cuidar la naturaleza es inversión, no gasto. Y la inversión en «lo público» beneficia a todos. Una naturaleza saludable asegura una sociedad y economías sanas. El ecosistema en equilibrio es un mínimo común denominador que garantiza a las empresas su actividad. Curioso que hayamos necesitado esta crisis para aprender cuántas formas existen de colaboración entre empresas, sociedad y gobiernos.
El virus también ha abierto los ojos a aquellos jefes que hace un par de meses ni de broma habrían autorizado a sus empleados a quedarse en casa, ahora obligados a ver en el teletrabajo una fórmula viable y eficaz. Quedarnos en casa conlleva ahorros en tiempo (y en muchos otros aspectos) de desplazamiento a la oficina o por cada reunión presencial que ha pasado a digital (cuando son reuniones en grandes ciudades como Madrid o Barcelona hablamos de entre una y dos horas de viaje); y con ello se gana en eficiencia. Casi seguro que esto ha disminuido el consumo de cafés, bollos, botellas de agua y de papel o tinta de impresora. Y, es más, el teletrabajo nos ha obligado a confiar, a empresarios y trabajadores, y a reinventarnos, para que las pérdidas sean menores para todos; juntos remamos en la misma dirección.
Por último, pero no menos importante: aprenderemos que la naturaleza nos cura. ¿Quién no desearía poder darse en estos días un paseo por el campo? ¿Saben por qué? Porque está demostrado: la naturaleza tiene efectos terapéuticos.
Así pues, cuando esta crisis pase recuerden hacer la reflexión e interiorizar las enseñanzas del Covid-19 para que no solo deje tristeza, sino lecciones sobre vida y sostenibilidad. Yo confío en que lo harán.
Nota: Esta reflexión es producto de un equipo de trabajo, el Dream Team, formado por Amanda del Río (Fundación Global Nature), Rodrigo Fernández-Mellado (Biodiversity Node), Mª José Rubial Fernández y Luis López-Cózar (AZENTÚA), todos integrantes del Grupo de Trabajo Empresa y Biodiversidad de CONAMA, nos hemos permitido reflexionar juntos, cada uno desde su casa…