No cabe la menor duda que la sociedad global debe tomar acciones urgentes para hacer frente al cambio climático y en ese abanico de posibildades está el fomento de las energías renovables como medida para una transición energética.
No obstante, para que se logre el desarrollo de un sector energético descarbonizado, competitivo y eficiente, se debe hablar de una planificación de la instalación de energía renovable en el territorio, acompañada de políticas de ahorro y eficiencia energética.
Existen muchas variables en la balanza hacia una transición energética verde y justa, como el impacto de esta tecnología en la biodiversidad, en el paisaje y en el territorio; temas que se abordarán en Valencia el próximo 20 de junio bajo el debate: La energía regresa al territorio, organizado por la Cátedra de Cultura Territorial Valenciana, de la cual es director: Joaquín Farinós Dasí.
Desde Conama consultamos a dos de las personas expertas que van a participar de la iniciativa, quienes compartieron 3 reflexiones claves que se deben tener sobre el vulnerable vínculo entre renovables y territorio:
1. La situación global y particular de la Península Ibérica es de emergencia climática; la reconversión del sistema energético de base fósil es una obligación generalizada e inaplazable para todos y todos y a todas las escalas. En esta reconversión el primer objetivo es la reducción del consumo total y acelerar la descarbonización, minimizando el uso de motores de combustión y usos térmicos del fósil.
2. La prioridad es sacar el máximo provecho de las localizaciones urbanas. Esto es necesario para ocupar cubiertas y zonas degradadas para instalaciones de autoconsumo individual y colectivo (comunidades energéticas). Aun así, la incorporación de nuevos usos al sector eléctrico, especialmente en movilidad e industria, obliga a contar con grandes plantas de generación de renovables, como las eólicas y fotovoltaicas, que deben ubicarse también en el territorio rural.
3. La planificación territorial ha estado ausente de este despliegue. Las iniciativas adoptadas por comunidades autónomas para regular la ubicación y la implantación han sido escasas y no han dejado satisfechos a los actores sociales, conservacionistas y económicos.
Por otro lado, la red eléctrica se planifica a nivel estatal y la Constitución no contempla la redacción de un Plan Territorial que integre los usos del territorio y sus valores, la generación eléctrica, el almacenamiento y el transporte en un solo instrumento coherente de ordenación de escala nacional o incluso peninsular. Esta iniciativa debería ser fruto del consenso y la aplicación efectiva de medidas de gobernanza con escasa implantación en nuestro país.
1. Necesitamos transición energética y estamos a favor, renovables sí pero no de cualquierforma y a cualquier precio. Vivimos una burbuja especulativa solar y eólica basada en construir macroparparques de estas características sin planificación.
Sin embargo, existen modelos como lo son los de energía distribuida, de autoconsumo y microproyectos, que afrontan el reto de combatir el cambio climático y de ser renovables sin sacrificar los servicios que nos presta una naturaleza sana, lo que quiere decir sin deteriorar aún más la biodiversidad funcional que necesitamos para asegurar nuestra calidad de vida.
2. Planificar es la clave y eso implica analizar y plantear reducciones, eficiencia, limitaciones. Planificar medidas que ayuden a evitar emisiones.
Es necesario evitar impactos y potenciar oportunidades integrando aspectos ambientales y sociales; actualmente afrontamos tres grandes retos: el social, el cambio climático y la pérdida de biodiversidad y para dar respuesta sabemos que hay un proceso lógico que sirve a este objetivo: la Jerarquía de mitigación a una escala territorial.
Las energías renovables deben ser una vía para progresar y no un nuevo obstáculo que arriesgue el futuro de actividades como la agricultura, la ganadería, la gestión forestal o el turismo. En este sentido, la Jerarquía implica:
- Evitar: es decir, disminuir consumos sin olvidar grandes consumidores de energía como el transporte.
- Minimizar y mitigar: instalar energías renovables donde menos impactos causan como: tejados, espacios industrializados, etc. Se está generando impacto negativo en las zonas más productivas, por eso es necesario planificar el tipo de uso y la sostenibilidad de las zonas de mayor valor ambiental, y preservar el suelo fértil como elemento clave de nuestro bienestar.
- Restaurar: si queremos que el transporte se alimente de renovables necesitamos grandes parques, y por ende necesitamos restaurar dentro de los espacios donde se producen estas energías; por ejemplo: las huertas solares y parques eólicos, si se gestionan bien, pueden ser zonas de refugio para determinadas especies que están extintas en otros espacios cultivados. Esto es fundamental en el proceso de Evaluación de Impacto Ambiental, y también pensando a escala de paisaje y con valor social para abordar los impactos acumulativos.
- Compensar: solo como último paso, a escala de paisaje, para redistribuir los ingresos que están llegando a comarcas rurales y lograr un impacto neto positivo integrando elementos naturales y sociales.
3. La transición debe proteger derechos fundamentales y afrontar que hay un patrimonio que está siendo vulnerado. De lo contrario, estaremos resolviendo un problema a base de crear otro mayor. En el actual desarrollo de las renovables y con legislación vigente se destruyen paisajes, suelos, especies y comarcas donde la ciudadanía no tiene voz. Desde FGN creemos que la energía debe tratarse como un bien básico y la biodiversidad, no sólo aquella que está dentro de espacios protegidos, como un patrimonio que se debe preservar para asegurar nuestra salud, la alimentación, y el futuro de la sociedad.
Nuestros suelos, nuestros paisajes, nuestro patrimonio natural y cultural, muchos asociados a usos agrarios, están en riesgo y nadie vela por preservar nuestro mejor seguro de vida.