Esther Anaya Boig, investigadora en el Imperial College London
Al pasar los días, Nera se dio cuenta de que la habían abandonado, a ella y a sus compañeras, atadas, en la calle. No lo entendía, porque la situación era de lo más propicia, no había tantos coches, e incluso se notaba el aire más limpio. La poca gente que se movía a su alrededor se comportaba de forma extraña; caminaba aprisa y se mantenía a distancia, se palpaba la tensión en el ambiente. Desde donde estaba podía ver el mercado, antes en ebullición, y ahora apenas parcialmente abierto, con trasiego de gente y alimentos, sí, pero sin alma. Eso, sin alma. La gente caminaba por ahí con el alma tan encogida, que apenas respiraban. La garra del miedo les atenazaba las entrañas. Nera echaba de menos la placidez de ver a las personas mayores pasear y tomar el sol en los bancos de la plaza. Por la noche escuchaba aplausos en los balcones que no entendía, pero que la emocionaban. Pensó: “Yo podría ayudarles, ¿cómo les puedo hacer entender?”. Su cuadro y sus ruedas vibraban de impaciencia, tanto que casi podría hacer sonar el timbre sin ni siquiera moverse.
La bici siempre ayuda, pero en crisis, aún más
Desde guerras, terremotos, tsunamis, apagones o huelgas de transporte público a la gestión cotidiana de crisis de salud y seguridad, las bicicletas nos recuerdan que son los recursos de movilidad más versátiles para la gestión de crisis. Hace ya más de un siglo que las tenemos a nuestra disposición para ello. Cuando no había coches, eran recursos exclusivos de una minoría privilegiada. En el momento en que el número de coches las superaron, pasaron al otro extremo, a ser denostadas y relegadas al uso de los “pobres”. Ese momento quedó retratado en la película “Muerte de un ciclista” de Juan Antonio Bardem (1955).
Tenemos ya toneladas de pruebas acumuladas que apuntan que el uso de la bicicleta para el transporte genera beneficios sociales, ambientales y de salud sustanciales. Sin embargo, todavía tenemos un uso muy bajo de la bicicleta para la movilidad en la mayoría de las ciudades españolas. Las barreras son económicas y políticas: el mercado del automóvil y demás dinámicas abusadoras y tóxicas gobiernan nuestras calles.
En esta situación, irrumpe en escena una pandemia vírica global. La gestión de esta crisis implica la reducción máxima de los contactos físicos interpersonales sin protección. Para conseguirlo, se promulga un confinamiento estricto, y se reduce la movilidad de las personas a los supuestos esenciales autorizados por el Reglamento de Estado de Alarma. A pesar de ser totalmente legal, las fuerzas de seguridad criminalizan desplazamientos ciclistas legales y las campañas de salud institucionales acusan de irresponsabilidad por el uso de la bicicleta. Generalmente, lo que observamos en el discurso es algo que se está reproduciendo y que, por tanto, viene de algún sitio. Estos episodios revelan que existen prejuicios contra la bicicleta (conscientes e inconscientes) profundamente enraizados: No se considera la bicicleta como un vehículo para el transporte y se asume que la persona ciclista está “haciendo algo malo”, llegando a inculparla injustamente y al margen de las normas que instituciones superiores han establecido.
La movilidad ciclista tiene unas características que la convierten en el medio de transporte ideal en tiempos de Covid-19:
– Se puede utilizar como transporte individual, sin necesidad de compartir un espacio cerrado con otras personas. En entornos cerrados los virus permanecen por más tiempo y con más riesgo de infección que a la intemperie, dónde el riesgo es extremadamente bajo. El caso de las bicicletas públicas es ligeramente diferente, porque son compartidas por varias personas y por lo tanto deberían utilizarse con precauciones sanitarias, en realidad tan sencillas como usar guantes o simplemente lavarse las manos al llegar a destino; y se deberían desinfectar con frecuencia. En Londres, el servicio de bicicletas compartidas se ofrece de forma gratuita a las personas trabajadoras sanitarias. Algo tan sencillo como habilitar préstamos unipersonales temporales, como está haciendo la Ciclería en Zaragoza por ejemplo con su flota de bicis de alquiler, se puede implementar con facilidad. Tener bicicletas paradas en medio de una crisis así, es un desperdicio.
– Se ha demostrado que la exposición a la contaminación atmosférica hace más vulnerables a las personas al impacto del virus Covid-19. ¿Adivinan quiénes viven en los lugares más contaminados? Generalmente personas con poder adquisitivo inferior o de minorías étnicas. Éste es uno de los muchos aspectos que contribuyen a la inequidad del impacto de esta pandemia. La contaminación es suficientemente letal por sí misma y la recomendación de reducirla es imperativa igualmente, pero de nuevo, en tiempos de Covid-19, aun más. En China, se ha detectado un aumento de las compras de coches y, en general, del uso de la movilidad motorizada individual tras el confinamiento; un hecho que aumenta los niveles de contaminación atmosférica, incrementa el riesgo para la salud en general y aun más en caso de contagio. Por lo tanto, debemos evitar a toda costa aumentar el uso del coche en general y en especial, tras el confinamiento, aun en presencia del virus.
– La ciclologística permite el reparto de bienes esenciales de forma segura y sana. Lo ideal es que las personas adquieran estos bienes en sus comercios locales de confianza, por lo cual, muchos de los desplazamientos de reparto deberían ser de corta distancia. Las bicicletas o ciclos de carga son vehículos óptimos para este tipo de logística que puede incrementarse y así servir a muchas personas en confinamiento, especialmente a aquellas para las cuales el contagio supone un alto riesgo para su salud. Sin embargo, cuidado con caer en la explotación de las personas trabajadoras en servicios de reparto de alimentos en bicicleta. La Plataforma Riders por Derechos lleva denunciándolo desde hace años, llegando incluso a ganar juicios para proteger los derechos laborales de las personas repartidoras.
Los valores son clave, es inaceptable que no se proteja a las personas trabajadoras en ningún caso y aun menos en situación de crisis, porque dependemos de ellas aún más que en situaciones no críticas.
En situación de emergencia se requieren acciones inmediatas
Está claro que algunas personas tendrán que moverse, para alimentarnos, para cuidar de los demás, para otros servicios básicos. Pero será un panorama de movilidad diferente, no podemos seguir gestionando la movilidad de la misma manera. Me permito algunas propuestas técnicas que podrían llevarse a cabo con eficiencia de recursos y ponerse en marcha en un corto espacio de tiempo:
– Control de la velocidad. Es una de las claves para la movilidad segura y justa para todos los usuarios. En tiempos de confinamiento, se han detectado un incremento de las infracciones por superación de los límites de velocidad en nuestras calles. Entre las tareas de las fuerzas de seguridad y control de tráfico durante el confinamiento, ésta es de vital importancia para que los usuarios más vulnerables: peatones y ciclistas; puedan realizar sus desplazamientos esenciales con la máxima seguridad.
– Ampliar el espacio para peatones beneficia a todos, incluida la bicicleta, que pertenece a la calzada como vehículo que es. La reducción del espacio para los vehículos motorizados calma su velocidad y disminuye la accidentalidad para todos los usuarios de la vía. Además, de facilitar espacio para la separación recomendad de dos metros entre personas, hay que proveer espacio para la espera en el exterior de comercios esenciales. Es el momento ideal para aprovechar lo aprendido en iniciativas como las supermanzanas, que restringen el tráfico de paso y liberan espacio para peatones y bicicletas.
– Habilitar vías ciclistas provisionales de anchura suficiente, en calzada. El carácter de provisionalidad está relacionado con la rapidez de su instalación, pero también puede ser necesario ampliar el espacio dedicado a vías ciclistas existentes, ya que pueden ser demasiado estrechas y no permitir la distancia de seguridad por cruce, adelantamiento o aglomeración de bicicletas. En ciudades de Alemania (la ciudad de Berlín ha publicado un manual), Estados Unidos, Canadá y Colombia, por ejemplo, están implementando carriles bici provisionales y abriendo espacios para la bicicleta y los peatones para apoyar la gestión de la crisis del Covid-19. Ocupar espacio para estos carriles bici provisionales podría poner a prueba un nuevo reparto, más justo, del espacio; y demostrar que la mejor inversión es cambiar la infraestructura para que dé soporte a una movilidad ciclista segura y diversa. Nueva Zelanda lo ha visto claro ya durante el confinamiento y ha lanzado un programa de financiación del 90% de los nuevos carriles bici que se construyan durante la crisis.
– Se requiere aparcamiento seguro, provisional o no, sobre todo en centros de salud y de venta alimentaria, para que trabajadores y compradores de comida encuentren su bicicleta dónde la dejaron después de trabajar o comprar. El aparcamiento seguro para la bicicleta forma parte del desplazamiento ciclista, sin aparcamiento seguro, el desplazamiento no puede tener lugar. En Londres se ha dado un incremento de robo de bicicletas a personal sanitario, lo que ha generado iniciativas para la ampliación de aparcamiento existente, aparcamientos provisionales o uso gratuito de instalaciones para el aparcamiento de bicicletas en condiciones seguras.
Estas son solamente algunas reflexiones e ideas que podrían ayudarnos a construir un mañana más justo y saludable, actuando desde hoy.
Invito a que la imaginación de las personas lectoras vuele con la mía, fuera de nuestras ventanas, pedaleando juntas en calles tranquilas y amables, respirando aires limpios y libres de virus pandémicos. La imaginación y los sueños son palancas de cambio, pero solo funcionan si las utilizamos para la acción. Cuidado con lo que soñamos porque podría hacerse realidad… especialmente porque lo que necesitamos para ello está muy a mano.
“Cuando despertó, la bicicleta todavía estaba allí”[1].
[1] En referencia al célebre microrrelato de Augusto Monterroso Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí (1959).