Domingo Jiménez Beltrán, patrono de la Fundación Renovables
Parafraseando a Einstein, no podemos salir de esta catástrofe con la misma lógica que la propició. No olvidemos que somos nosotros con nuestra forma de consumir, de producir, de vivir… quienes provocamos que muchos de los eventos naturales como, terremotos, inundaciones, olas de calor, etc., se conviertan en catástrofes. Lo peor es que ahora somos capaces también de propiciar eventos antes reservados a la naturaleza como el cambio climático. ¡Hasta en eso la estamos suplantando!
Tampoco está excluido que también hayamos contribuido a que el Covid-19, de origen animal confirmado (bastantes de las nuevas infecciones de los últimos 40 años tiene este origen según la OMS), haya llegado a nosotros debido a las disfunciones que estamos introduciendo en los ecosistemas, como el comercio de especies y la agricultura y la ganadería intensivas, entre otras.
Es evidente que en el caso del Covid-19, nuestra forma de vida, nuestra osadía para superar la capacidad de acogida del planeta ha determinado no solo la insostenibilidad de nuestro mal llamado desarrollo y peor traído proceso de “globalización”, sino también su vulnerabilidad y falta de resiliencia, que queda en evidencia en eventos como esta pandemia.
A quienes tengan la tentación de tratar de imponernos la vuelta a la realidad o a la normalidad pre pandemia, incluyendo a los defensores interesados de su situación dominante actual y a los abogados del “virgencita que me quede como estoy”, que pueden ser muchos dada la añoranza de la situación anterior que los horrores y sufrimientos de la pandemia provoca, a todos ellos hay que responderles enérgicamente recordándoles las anomalías, incluso sistémicas, de la normalidad pre pandemia que la actual situación ha evidenciado y reforzado.
¿Cuál podría ser la nueva lógica? La de no rendirnos ante la realidad. Debemos imaginar ante esta realidad anómala, insostenible, vulnerable e injusta, la nueva normalidad post pandemia, una nueva realidad deseable, sostenible… y posible. Es una meta que, curiosamente, conocemos, aunque somos incapaces de organizarnos para alcanzarla. La salida de esta crisis es, sin duda, la de la sostenibilidad, la resiliencia…, la salida es “verde”, con energía y, sobre todo, disruptiva.
Si este virus lo vamos a parar juntos también podemos organizarnos para reconstruir o construir esta nueva normalidad. Como diría el historiador Yuval Noah Harari (“Sapiens. De animales a dioses”) el desafío es establecer las condiciones para crear la nueva ficción que subvierta la actual, resultado de sucesivas realidades impostadas y surgidas al calor de la economía de mercado y del capitalismo liberal, realidades que se han sucedido por la vía de los hechos.
De los hechos, pero también de las predicciones continuistas que nos dan esos falsos agoreros como las entidades financieras, en particular el Fondo Monetario Internacional (FMI) (coreado por la gran banca cuyos directivos, como los de Lehman Brothers, son los que copan los puestos del FMI), que se han apresurado a decirnos lo que vamos a decrecer, endeudarnos, “desemplearnos”, “inflacionarnos”… este año y los próximos como resultado de la pandemia del Covid-19.
Es curioso, nos predicen lo que va a ocurrir sin habernos preguntado siquiera lo que vamos a hacer durante la post pandemia. Quizás sea porque asumen que vamos a hacer lo de siempre, que es, además, presumiblemente lo que les interesa.
Están convencidos de que vamos a seguir haciendo lo que nos está llevando a cocernos lentamente (como la rana en la cacerola que se va calentando despacio) con el cambio climático. Están seguros de que vamos a seguir haciendo lo que probablemente está en el origen de la pandemia y lo que, con toda seguridad, ha magnificado los impactos del Covid-19 al facilitar su propagación e incrementar nuestra vulnerabilidad por nuestra equivocada, insostenible e injusta globalización.
Una globalización que propicia la abusiva e invasiva movilidad, el abuso del territorio y del urbanismo, un turismo insostenible y vulnerable, con enormes externalidades y beneficios netos discutibles, que es ya una anomalía ecosistémica (Ramón Folch dixit). Una globalización que generaliza la vulnerabilidad e incapacidad de respuesta tanto de los países en desarrollo, por falta de recursos y sistemas sanitarios, como de los desarrollados, por falta, curiosamente, de material sanitario de protección, como las mascarillas, que por esta globalización se había externalizado a países de mano de obra barata.
Piensan que vamos a seguir siendo una mal llamada “aldea global” donde la riqueza y la pobreza van por barrios y en la que la especialización (para explotar en el Norte, para servir en el Sur) ha minimizado la diversidad económica, la multifuncionalidad y la autosuficiencia, necesarias para ser más resilientes o menos vulnerables.
En definitiva, que han asumido que a esta pandemia disruptiva que nos ha dejado desnudos frente al espejo, que nos ha obligado a tomar medidas tan rompedoras como el confinamiento, vamos a responder con un paquete de medidas urgentes “de recuperación de la normalidad” anterior para seguir con nuestras respuestas progresivas y llenas de cautelas con las que estábamos respondiendo, a todos los niveles, a desafíos tan acuciantes como el cambio climático, para seguir cociéndonos lentamente según el símil de la rana.
Pues no, esta vez la temperatura del agua ha subido tan rápidamente que la rana ha saltado fuera de la cacerola, consciente de que se estaba cociendo. Ha llegado pues el momento del salto de la rana verde, de un verdadero “green leapfroging”. De un salto disruptivo verde y “enérgico” hacia la sostenibilidad, con la sostenibilidad energética como vector, a todos los niveles, global, regional-UE, país, local y personal y con la autosuficiencia conectada energética y general en nuestro imaginario.
Al desafío socioeconómico actual, agravado por el evento disruptivo del Covid-19, hay que responder con planteamientos, conceptos, políticas y formas de hacer políticas también disruptivas, la mayoría de ellos conocidos y hasta ahora atemperados por las cautelas imperantes para salvaguardar los intereses existentes que se siguen manteniendo incluso ante la urgencia del cambio climático.
¿Dónde queremos estar?
Ha llegado el momento de oír, aunque no “de obedecer” ni “de disciplinarse” con las predicciones de los agoreros financieros y de decidir dónde queremos estar después de esta pandemia, de imaginar el futuro deseable como forma de alcanzarlo, de ser capaces de lograr el futuro deseable simplemente decidiendo nosotros dónde queremos estar.
Partimos de la idea, generalmente asumida y recogida por los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas, de que el escenario deseable es el de un “progreso sostenible “(permítanme la licencia de cambiar la palabra desarrollo por progreso que ahora es más adecuada) entendiendo por tal, en una actualización de la definición de la Comisión Brundland de 1987, una “mayor calidad de vida ahora y en el futuro y para una mayoría creciente de la población”.
Y partimos de la idea de que no habrá sostenibilidad sin mejor gobernabilidad, es decir, sin capacidad de organizarnos, como señalaba al principio. Lo que se traduce —no invento nada: comunicación de la Comisión Europea sobre gobernanza del año 2000— en nuevas políticas (eficaces, para lo necesario, eficientes, con los menos recursos, y coherentes) y nuevas formas de hacer políticas (información y participación pública que podríamos traducir en “democracia prospectiva”).
Y hay que recordar que estos principios de eficacia y eficiencia, a los que habría que añadir el de suficiencia, que irían conformando nuestra creciente sostenibilidad, resiliencia y autosuficiencia conectada, son los que hemos vulnerado a tope con nuestra forma de vida y modos de producción y de consumo. No solo son principios de la ciencia económica para una mejor asignación de recursos, en particular de los no renovables o de uso limitado, sino que, también, están en el imaginario popular como bien nos ilustra la que podíamos llamar “Doctrina Mota”, si me lo permiten, del inimitable humorista José Mota: de eficacia: “si hay que ir se va, pero ir pa´ na´”; de eficiencia y economía circular: “las gallinas que entran por las que salen” y de suficiencia: “no te pido que me lo mejores, iguálamelo”.
Así que sabemos lo que deseamos. Lo que hace falta, una vez más, es que, reconociendo las anomalías que existen a todos los niveles, nos organicemos para hacerlo. Esta vez sí, esta vez vamos a saltar, no vamos a seguir cociéndonos.