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Es la oportunidad de acelerar la transición energética y hacerla más justa

Sergio de Otto, patrono de la Fundación Renovables 


 

Crisis como oportunidad. Es un tópico, sí, pero, como tantos otros, con su carga de verdad, razón y sentido común.  La crisis del COVID-19 ya está dibujando un nuevo escenario en muchísimos ámbitos de nuestra sociedad, aunque todavía no podemos ver el alcance que tendrán estos cambios a los que nos lleva la propagación de un virus que, de entrada, ha puesto en evidencia nuestra vulnerabilidad.

Un hecho es ya incontestable: la pandemia está provocando graves daños en nuestra casa, esa sociedad en la que vivimos todos, ricos y pobres, marginados y élites, orientales y occidentales, del norte o del sur. El empleo, el tejido productivo o la forma de relacionarnos o viajar —esto, el día que podamos hacerlo—, por citar algunos elementos de esa casa en la que veníamos viviendo van a tener que reconstruirse. Todos los países, la Unión Europea y otros organismos preparan ya los planes para el día después (aunque es más probable que tengamos que hablar de sucesivos días siguientes). Se habla ya de inversiones de cientos de miles de millones de euros, de billones de dólares en algún caso, cifras que nos pueden parecer astronómicas pero que muchos expertos ya consideran insuficientes para llevar a cabo esta reconstrucción de nuestra casa.

La cuestión es que esta vivienda tenía muchos problemas y muy graves. Podemos citar el aumento de las desigualdades, las guerras sin declarar o declaradas en varios rincones de nuestro planeta, la proliferación de los populismos y otros hasta llegar al que podemos considerar el problema más grave como reto para el conjunto de la humanidad, que no es otro que la respuesta de la naturaleza al trato que venimos dándole, respuesta en forma de cambio climático.

No es necesario extenderse sobre las deficiencias de la casa en el ámbito medioambiental, desde los cimientos al tejado, pasando por la fachada y la estructura; es decir, de la pérdida de biodiversidad a la destrucción de los bosques, de la contaminación de nuestras ciudades a los incendios que arrasan en tantos rincones del planeta superficies del tamaño de un país medio, etc.

Cuando te toca reconstruir tu casa lo más sensato es aprovechar para hacer desaparecer los defectos que veníamos sufriendo y aprovechar la ocasión para llevar a cabo esa reforma que sabíamos que teníamos que hacer, pero que nunca abordábamos. Uno de los ejes de la lucha contra el cambio climático es, sin duda, la transición energética, una reforma de la casa que exige inversiones importantes, pero con unos retornos muy deseables a corto plazo. Ahora que se van a movilizar tantos recursos financieros y que tendrán que adoptarse tantas medidas fiscales es el momento idóneo, la oportunidad para acelerar esa transición energética que ya estaba en la agenda como una prioridad en muchos países, entre ellos el nuestro, y de organismos como la Unión Europea.

Tenemos la tecnología, las fuentes y el conocimiento suficientes para ganarle al calendario previsto (calendario que muchos considerábamos muy lento), adelantando objetivos y metas. La transición puede ser ahora más “justa” que nunca ofreciendo salidas a largo plazo con la eficiencia y las renovables y superando la lucha por mantener situaciones vinculadas a los antiguos “defectos estructurales” de la casa.   

Pero a esta sencilla lógica se contrapone una serie de riesgos, de amenazas que no deben obviarse. La primera es la inercia, la tentación continuista que ahora se traduciría en un vulgar “no es el momento” y anteponer otras prioridades con supuestos retornos más cortoplacistas. Un segundo riesgo, en lo que se refiere al cambio del modelo energético, es la posibilidad de contar a día de hoy (ya veremos por cuánto tiempo) con un precio del petróleo y unos derechos de emisión muy bajos que pueden hacer competitivas instalaciones que estaban llamadas a desaparecer. Tenemos otras amenazas concretas como, por ejemplo, la que supone el combate del virus con una limitación o penalización del transporte público cuando es en la movilidad uno de los campos en los que más hay que trabajar para hacer realidad esa transición energética.

Cuando este artículo ya estaba terminado, este martes, llegó la noticia de la creación de una gran alianza europea para defender una salida verde a la crisis económica del coronavirus, impulsada por representantes políticos, directivos empresariales, sindicatos y ONG que reclaman a la UE que supere esta recesión de la mano de la lucha contra el cambio climático. Con un mensaje muy claro: esta batalla debe ser el “núcleo de la estrategia económica” que ponga en marcha la Unión Europea para salir de la crisis ligada a la pandemia del COVID-19.

Sí, por favor, pongamos sentido común a la hora de reconstruir nuestra casa.